| Historia

La guerra llega a Murcia

Hasta ese momento Murcia, la pequeña ciudad huertana como la que se aprecia en la fotografía de Jean Laurent de 1871 que encabeza esta entrada, se había mantenido ajena a la guerra, salvo por algunas noticias que provenían de la costa. En efecto, las cartas del Concejo de Murcia y el Cabildo de la Catedral explican los distintos avistamientos de la flota británica que iba y venía frente a ellas. Resultado de su presencia, los aliados estimularon la sublevación austracista en Cartagena que marcó el inicio efectivo del conflicto en el Reino. Poco después, se unió la conquista y saqueo de Alicante por los aliados.

La relativa tranquilidad que reinaba en el Reino de Murcia se vio sacudida el 24 de junio de 1706 cuando Luis Manuel de Lando y Córdoba, conde de Santa Cruz de los Manueles, cuatralbo de las galeras reales que tenían, en el puerto de Cartagena, su base naval, proclamaba al archiduque Carlos como nuevo rey. En ruta para socorrer el asedio de Orán, esta sublevación austracista creó tal desconcierto en la ciudad que facilitó a los partidarios del archiduque la ocupación del poder local nada más regresar a puerto. La llegada pocos días después, el 5 de julio, de la escuadra del almirante británico John Leake precipitó los acontecimientos militares. El Dr. Julio Muñoz resalta aquel sorpresivo golpe de mano y sus repercusiones:

Durante esos días, los austracistas lanzaron partidas por todo el campo de Cartagena, llegando a Torre Pacheco donde se produjo un breve tiroteo con guardias procedentes de Murcia. El 25 de junio se constituyó una junta para la defensa de la ciudad de la que formaban parte el corregidor, don Manuel Luna y Peralta, y los regidores y los representantes del cabildo eclesiástico bajo la presidencia del obispo Belluga. Se forman dos cuerpos de ejército de 1.000 hombres cada uno compuestos por voluntarios de Murcia y de sus pedanías que rápidamente se pusieron a reparar las maltrechas defensas de la ciudad. Además, para proteger a sus vecinos, se apostaron vigías y patrullas que, sin embargo, se vieron cada vez más impotentes ante las audaces cabalgadas provenientes de Cartagena.

A finales de julio y principios de agosto, una vez consumada la práctica conquista de Alicante –salvo el castillo de Santa Bárbara, donde resistía Daniel O’Mahony– los aliados se dirigieron a Orihuela, que no ofreció resistencia, ya que su gobernador militar, Jaime Rosell, marqués de Rafal, era un declarado partidario del candidato austriaco, y, llegado el momento, el 24 de julio, proclamó al archiduque desde el balcón de su palacio por tres veces con el célebre «¡Hijos míos, viva Carlos III!». Por tanto, al cabo de un mes aproximadamente, se había repetido la misma escena de Cartagena en Orihuela.

Tras la conquista de Cartagena, Alicante y Orihuela, la sensación de acorralamiento era cada vez más intensa. El objetivo de los aliados era la toma de Murcia para entrar, desde allí, a Andalucía. Cada vez se hicieron más frecuentes los enfrentamientos entre los dos bandos en el entorno de la ciudad; el reducto más importante y, a la vez, más débil de la causa borbónica en el Reino debido a la notable cantidad de partidarios del archiduque que existían entre la población, tal y como ocurría en todas las ciudades castellanas. Se reprodujo, pues, a pequeña escala, un cerco que existía a nivel peninsular: mientras los enemigos del rey Felipe habían amenazado Madrid desde Portugal y Aragón, esos mismos partidarios del archiduque Carlos lo hacía desde Orihuela y Cartagena.

La situación pendía de un delgado hilo. Las reuniones de la junta de defensa en la sala alta del Contraste de la Seda se hacían cada vez más frecuentes… 

One Reply to “La guerra llega a Murcia”

  1. Patriciat dice:

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