La paz que trajeron los tratados emanados de Utrecht no contuvieron las ansias de un aún joven Felipe V para tratar de recuperar un papel fuerte de España en Europa. Italia era el escenario perfecto para ello; más teniendo en cuenta que su segunda mujer, Isabel de Farnesio, ejercía una importante influencia en sus decisiones, y disponía de hijos en común a los que situar convenientemente. En el cuadro de abajo, de Jean Ranc (1723) puede verse a los reyes y a los citados descendientes (de izquierda a derecha): El futuro Fernando VI, Felipe V; el futuro rey Luis I; Felipe, futuro duque de Parma; Isabel Farnesio; un retrato de la infanta Mariana Victoria, comprometida en Francia con Luis XV; y, finalmente, el futuro rey Carlos III.
La conquista española de Cerdeña en 1717 y la del reino de Sicilia en 1718 provocaron la Guerra de la Cuádruple Alianza, en la que España salió derrotada. Como resultado de tal derrota, tras la firma del Tratado de La Haya en febrero de 1720, tuvo que retirarse de las dos islas. Para concretar los acuerdos de La Haya se reunió el Congreso de Cambrai (1721-1724), que supuso un nuevo fracaso para Felipe V porque no alcanzó su gran objetivo dinástico —que los ducados de Parma y de Toscana pasaran a su tercer hijo varón Carlos— y tampoco que Gibraltar volviera a soberanía española.
Johan Willem Ripperdá, un noble holandés que había llegado a Madrid en 1715 como embajador extraordinario de las Provincias Unidas, y que, tras abjurar del protestantismo, se había puesto al servicio del monarca, ganándose su confianza, convenció al rey y a la reina para que lo enviaran a Viena, comprometiéndose a alcanzar un acuerdo con el emperador Carlos VI que pusiera fin a la rivalidad entre ambos soberanos por la Corona de España, y que permitiera que el infante don Carlos pudiera llegar a ser el nuevo duque de Parma, de Piacenza y de Toscana.
Hay que recordar que, fruto de la política irredentista que sostenía el rey Felipe, la política exterior española seguía considerando parte de los dominios de la monarquía a Flandes, Cerdeña, Sicilia, Nápoles y Milán, aunque hubiera sido derrotada y obligada a abandonarlas. Buena prueba de ello es la Carte d’Espagne et des Principaux Etats Appartenans a cette Monarchie dans les 4 Parties du Monde de 1721 que reproducimos abajo. Tan sólo siete años después de Utrecht y uno del citado Tratado de La Haya insistían en ello, dejando constancia que el rey de España era dueño de la sexta parte de la Tierra conocida.
El 30 de abril de 1725 se firmó el Tratado de Viena que acabó definitivamente con la guerra de Sucesión española, al renunciar el emperador Carlos VI a sus derechos a la Corona de España y reconocer como rey a Felipe V. A cambio éste reconocía al emperador la soberanía sobre las posesiones de Italia y de los Países Bajos que habían correspondido a la Monarquía Hispánica, y volvía a reiterar su renuncia al trono de Francia.
En uno de los documentos (a la derecha puede verse uno con la firma estampada de Ripperdá), Felipe V otorgó la amnistía a los austracistas, y se comprometió a devolverles sus bienes que habían sido confiscados durante la guerra y en la inmediata posguerra. Asimismo se les reconocía los títulos que hubiera otorgado el archiduque. Además, Felipe V concedía a la Compañía de Ostende ventajas comerciales para que pudiera comerciar con las Indias españolas. A cambio Viena ofrecía su apoyo a Felipe V para presionar al rey de Gran Bretaña para que recuperara Gibraltar y Menorca. En cuanto a los derechos sobre los ducados de Parma, Piacenza y Toscana, Ripperdá consiguió que Carlos VI aceptara que pasasen al infante don Carlos, al extinguirse la rama masculina de los Farnesio, aunque nunca podrían integrarse en la Corona de España.
Cuando Gran Bretaña y Francia tuvieron conocimiento del Tratado de Viena, firmaron el 3 de septiembre de 1725, con el Reino de Prusia, el Tratado de Hannover para garantizar el statu quo de Utrecht, lo que provocó que el emperador diera marcha atrás, y no consintiera el matrimonio de sus dos hijas con los infantes españoles Carlos y Felipe —la doble enlace matrimonial con los que se iba a sellar la nueva alianza—. Además, se vio obligado a anunciar que tampoco apoyaría a Felipe V si éste intentaba recuperar Gibraltar o Menorca. En contrapartida las concesiones comerciales prometidas a la Compañía de Ostende nunca se materializaron, y acabó disolviéndose en 1731 por la presión británica.
Felipe V respondió con el segundo sitio a Gibraltar en 1727 (arriba, en un grabado de la época) que no tuvo éxito debido a la superioridad de la flota británica que defendía el Peñón, la cual impidió que la infantería pudiera lanzarse al asalto después de que la artillería hubiera bombardeado las fortificaciones británicas. Finalmente la guerra anglo-española de 1727-1729 se selló con la firma del Tratado de Sevilla del 9 de noviembre de 1729 en el que Felipe V, a cambio de reconocer definitivamente el nuevo orden internacional surgido de la Paz de Utrecht, obtuvo lo que venían anhelando él y su esposa Isabel Farnesio desde 1715: que el hijo primogénito de ambos, el infante Carlos, ocupara el trono del Ducado de Parma y del Ducado de Toscana.

