| Historia

El vuelco definitivo de 1710

El resultado de la batalla de Malplaquet y el refuerzo de la frontera oriental gala, hizo que la península ibérica pasara a ser el principal teatro de las operaciones bélicas y el centro de interés de todas las cortes europeas. Por otro lado, en España los movimientos borbónicos habían arrinconado al archiduque en el Principado de Cataluña, obligándolo a un arriesgado contraataque tras cinco o seis años de campañas que estaban agotado a sus partidarios.

A partir de 1710, la guerra en Centroeuropa pasó a un estadio de baja intensidad, de forma que las acciones bélicas se desarrollaron exclusivamente en España, adquiriendo una importancia decisiva. Las últimas grandes batallas peninsulares fueron a producirse ese año. 

En la primavera de 1710, el ejército del archiduque inició su marcha desde Cataluña para intentar ocupar otra vez Madrid. El 27 de julio el ejército aliado al mando de Guido von Starhemberg y James Stanhope (a la derecha, en un retrato de Godfrey Kneller) derrotó a los borbónicos en la batalla de Almenar, y el 20 de agosto a otro ejército en la batalla del Monte Torrero, también conocida como batalla de Zaragoza (abajo, en un grabado de la época) causando una desbandada de las tropas borbónicas. Tras esta victoria, el Reino de Aragón pasó de nuevo a manos austracistas, y el archiduque Carlos restableció los Fueros de Aragón, abolidos por el Decreto de Nueva Planta de 1707. Desde esa base, las tropas aliadas avanzaron hasta Madrid, entrando finalmente el 28 de septiembre, aunque solo permanecería allí un mes. Casi al mismo tiempo se organizó una expedición marítima en Barcelona para reconquistar el Reino de Valencia, formada por ocho naves inglesas en las que se enrolaron mil catalanes y valencianos austracistas que se habían refugiado allí tras la conquista borbónica de su reino, pero la expedición fracasó porque cuando los barcos llegaron al Grao de Valencia el esperado alzamiento de los maulets no se produjo.

Cuando el archiduque Carlos hizo su segunda entrada en Madrid se dice que exclamó «Esta ciudad es un desierto», y decidió alojarse extramuros. Este estado de cosas fue breve ya que los ejércitos aliados salieron de Madrid a finales de octubre, mientras eran hostigados por milicias castellanas. Una vez abandonada la capital, Felipe V, con la ayuda del duque de Vendôme, volvió a entrar en ella el 3 de diciembre, en medio de un clamor estruendoso, lo que maravilló al noble, proclamando «Jamás vi tal lealtad del pueblo con su rey».

Tras salir de Madrid, el archiduque Carlos se había retirado a Guadarrama por la carretera de Aragón, para tratar de alcanzar Barcelona, y allí reagruparse. Sus tropas saquearon iglesias en la retirada, lo que les granjeó el rencor del pueblo castellano. Al saber de su posición, Felipe V salió con sus tropas sin perder tiempo en pos del ejército austracista, que había cometido el error de dividir sus fuerzas en la Alcarria. En medio de la helada ventisca que dominaba la Alcarria en invierno, el ejército británico de James Stanhope se refugió en la hoya donde está la población de Brihuega, a 85 km de Madrid, sin asegurar las alturas que la rodeaban. Una vez alcanzado, el ejército borbónico no dudó en colocar piezas de artillería en las alturas circundantes y bombardear la ciudad para desencadenar después un asalto, dando así lugar a la batalla de Brihuega, que se representa abajo en una moderna acuarela de Ángel Espiga. Al cabo de unas horas, Stanhope capituló, y la plaza fue tomada junto con 4.000 prisioneros.

Esa misma noche, el príncipe de Starhemberg, con el resto del ejército austracista -unos 14.000 hombres-, llegaba para auxiliar al general Stanhope y se detenía en las cercanías de Villaviciosa de Tajuña, a 3 km al nordeste, señalando su campamento con hogueras para animar a los defensores de Brihuega. En la madrugada del 10 de diciembre fue avistado por los ojeadores del ejército borbónico, el cual salió directamente al encuentro del contingente imperial comenzando la batalla de Villaviciosa (cuyo lienzo de Jean Alaux de 1863 encabeza esta entrada) a mediodía y terminando al anochecer con la destrucción total del ejército del archiduque y la fuga de Starhemberg con sesenta hombres. 

En esas victorias se hizo evidente una cosa: el pueblo castellano colaboraba con entrega casi pasional con el rey Felipe V. Esto colocó a los integrantes de la Gran Alianza de La Haya ante una triste evidencia de que difícilmente podrían ganar la guerra en España, y aunque ganasen las campañas militares las posibilidades de contar con la aceptación por el pueblo español iba a suponer un esfuerzo sin garantías de total éxito.

Tras esos dos grandes éxitos en las tierras guadalajareñas de la Alcarria, Felipe V prosiguió su avance hacia Zaragoza, en la cual entró el 4 de enero de 1711, donde invernó. Simultáneamente un ejército francés de 15.000 hombres al mando del general Adrien Maurice, duque de Noailles, que estaba acantonado en Perpiñán cruzó la frontera de los Pirineos y atacó Cataluña.

En definitiva, las victorias borbónicas en Brihuega y de Villaviciosa hicieron que la guerra en la península ibérica diera un vuelco decisivo a favor de Felipe V.

Y también tuvieron una importante repercusión internacional, porque sirvieron para que Luis XIV cambiara su postura respecto a su nieto, y para que el nuevo gobierno británico tory, que había salido de las elecciones celebradas en otoño de 1710, viera reforzado su programa político de acabar con la guerra lo más rápidamente posible.

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