| Historia

El final de la guerra de Sucesión española

Como en toda guerra, la de Sucesión española tuvo sus vencedores y sus vencidos. Acabada, la monarquía borbónica continuó con más énfasis si cabe el proceso de reajuste a todos los niveles imaginables: político, social y económico. Ese reajuste se dirigió principalmente contra los partidarios del emperador Carlos, pero también contra aquellas instituciones que, como las catalanas y aragonesas, habían quebrantado su inicial juramento al rey Felipe. Más adelante llegarían las recompensas, que las hubo a quienes, como los murcianos, mantuvieron su fidelidad y la defendieron en circunstancias muy difíciles.

Finalizando la guerra, Felipe V aplicó un conjunto de castigos contra los austracistas que habían apoyado al archiduque Carlos, más aún cuando habían traicionado el juramento de fidelidad institucional hecho hacia él. Una de las formas principales medidas fue la confiscación de sus bienes y propiedades. Según algunos historiadores, acabada la guerra de Sucesión, el valor de las haciendas confiscadas a los austracistas fue de 2.860.950 reales de vellón en la Corona de Castilla y 1.825.626 en la Corona de Aragón. Además, la derrota en la guerra y el miedo a la pena por lesa majestad provocó el exilio de miles de austracistas, que se correspondió con el inicial exilio de los partidarios de Felipe V que fueron obligados entre 1705 y 1707 a abandonar los territorios rebeldes. El exilio austracista se cuenta entre 25.000 y 30.000 personas. Su destino fueron las antiguas posesiones del Consejo de Italia, como el Reino de Nápoles y el Ducado de Milán, y la isla de Cerdeña y Flandes; territorios que habían pasado a la soberanía del emperador Carlos VI. Unos 1.500 marcharon a la capital del Imperio, Viena, donde algunos de los exiliados ocuparon cargos importantes en la Corte imperial como el catalán marqués de Rialp, nombrado secretario de Estado y del Despacho. 

Hubo un grupo de unos 800 colonos que fundaron Nueva Barcelona en el Banato de Temesvar en el Reino de Hungría, que también era un dominio de Carlos VI. Arriba, en la imagen que abre esta publicación, puede verse su localización en un mapa de la época con la leyenda que dice «Nueva ciudad Barcelona en la que los españoles están desde el año 1737 con una arquitectura diseñada regular«; abajo de estas líneas puede apreciarse su diseño más en detalle. 

Una segunda oleada más reducida de castigo y de exilio se produjo más tarde durante la Guerra de la Cuádruple Alianza (1717-1719), que coincidió con el movimiento de los carrasclets.

De todos los exiliados se ocupó el Consejo Supremo de España creado en la corte de Viena por orden del emperador Carlos VI a finales de 1713, y su ayuda se concretó en el pago de rentas y pensiones a los exiliados que procedían de los bienes confiscados a los partidarios de Felipe V de los estados italianos incorporados a la Corona de Carlos VI. En esta ayuda desempeñó un papel esencial el citado marqués de Rialp. 

Viena se españolizaría hasta tal punto que brillantes destellos de tal influencia perdurarán hasta el final del Imperio austrohúngaro. El historiador D. Sergio Belmonte nos explica porqué: 

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