| Historia

El equilibrio europeo

La guerra de Sucesión española estuvo muy condicionada por el pasado: por los doscientos años de hegemonía española; por los lazos familiares tejidos entre las monarquías europeas; y, cómo no, por la religión. Sin embargo, a diferencia de lo acontecido en los anteriores siglos, en que la religión tuvo un peso fundamental en el estallido y desarrollo de las guerras, en este caso ese componente fue secundario y empleado con carácter meramente propagandístico. La guerra de Sucesión española puede considerarse la primera guerra europea plenamente política.

Hubo un tiempo en que Europa estaba casi siempre en guerra. Los países que la componían mantenían rivalidades que terminaban en guerras, las cuales, con el tiempo, se hicieron más prolongadas e intensas. Cuando no eran pugnas por un trono, lo eran por territorios y ciudades; casi siempre con la intervención de otras potencias vecinas. La conformación de los estados modernos al final de la Edad Media, y la concentración de posesiones en poderosas dinastías, alteraba los equilibrios de poder surgidos tras las anteriores guerras, y ello derivaba en nuevos conflictos para reajustar otra vez las fuerzas.

 
¿Qué era un estado moderno?
 

A partir de 1520 el equilibro europeo quedó alterado con la entronización de Carlos I de España como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Hasta entonces el rey español, que había sido proclamado en 1516, ejercía como rey de Castilla y sus dependencias, y Aragón y las propias. El enorme patrimonio acumulado provocó tensiones con Francia, su principal rival, que derivaron en una guerra hasta que fue derrotada.

Además, la crisis religiosa motivada por la Reforma protestante terminó dividiendo de forma íntima el espíritu europeo, y contribuyó a desunir el Sacro Imperio entre partidarios de la fe católica y la luterana. Esta misma división religiosa fundamentó el enfrentamiento del hijo de Carlos, Felipe II, con Inglaterra y los rebeldes de las Provincias Unidas; enfrentamiento este último que se prolongaría hasta su independencia oficial de la Corona española con el Tratado de Münster en 1648.

La Reforma Protestante

Precisamente el Tratado de Münster debe enmarcarse en la Paz de Westfalia (1648), la cual supuso el fin de las guerras de religión en Europa, y la conformación de un sistema de equilibrio político-militar en el continente. Este equilibrio se basaba en reconocer la integridad de los estados europeos o soberanía territorial, la elección religiosa de cada uno, así como tácitamente una igualdad militar, de manera que no hubiera potencias hegemónicas que alteraran ese equilibrio.

A partir de entonces los conflictos militares tenderían a mantener ese equilibrio propuesto, por desgracia en perjuicio de España y sus territorios. 

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