Rechazado el enemigo austracista y seriamente hostigado en el campo de La Matanza, en la reunión del Concejo de Murcia del 6 de septiembre, es decir, dos días después de la Batalla, la ciudad acordó que se celebrara una Misa de Acción de Gracias y una procesión en términos que demostraran la piadosa confianza de los murcianos en la mediación de la Virgen María. Cabe añadir que dos años más tarde, y a propuesta del regidor Alonso de Contreras, se acordó declarar festivo el 4 de septiembre, día de Santa Rosa de Viterbo, con la intención de perpetuar la fiesta. Aunque el deseo de Alonso de Contreras se vio frustrado, ya que no le logró dar a ese día el carácter de perpetua conmemoración cívico-religiosa, el recuerdo de la victoria se conservó durante mucho tiempo en la Murcia de antaño. El entusiasmo popular dio al suceso bélico proporciones de resonancia épica, de forma que el paraje y su casona, siguieron siendo recordados y preservados en la memoria. Tal es así, que la espectacular portada de la casona del Huerto de las Bombas se ha conservado, aunque modificando su ubicación.
La victoria en la batalla del Huerto de las Bombas cambió el desarrollo de la guerra en el sureste peninsular, permitiendo, en primera instancia, aliviar la presión sobre Murcia y Andalucía. Inmediatamente después, los partidarios de Felipe V lanzaron una contraofensiva. El obispo Belluga reapareció con fuerzas de refresco provenientes de Andalucía, y fijó como prioridad la captura de Cartagena; motivo por el cual implantó una cadena de puestos de vigilancia a lo largo de las localidades linderas con el Campo de Cartagena, a fin de cortar las comunicaciones terrestres del reducto cartagenero con los núcleos austracistas valencianos.
Fruto de esa presión, el 21 de septiembre, se produjo la todavía desconocida batalla del Albujón; otro feroz encuentro entre milicias de la ciudad de Murcia y tropas austracistas, en su mayoría infantería irregular de Cartagena, caballería y una compañía inglesa.
La principal fuente de información acerca de este combate es el número de La Gazeta de Murcia perteneciente al 23 de septiembre de 1706, pues relata una acción bélica ocurrida dos días antes. Así, el martes 21 salió de Murcia un contingente de 400 soldados de caballería y 200 de infantería, dirigido el escuadrón ecuestre por el comandante Patricio Morán y la compañía de infantes por el cabo José Hernández, de gran popularidad entre la soldadesca por su renombrada actuación en el Huerto de las Bombas dos semanas antes. El objetivo de este destacamento era entorpecer los trabajos de recogida del trigo, de forma que se estrechara el bloqueo o «cordón», como es referido en La Gazeta. Al llegar a la aldea de El Albujón encontraron a unos 350 soldados austracistas entre caballería e infantería, de los cuales todo el grupo de hombres a caballo se retiró a Cartagena al comprobar la superioridad numérica de los contrarios. La caballería borbónica cargó entonces contra la infantería, que retrocedió, y se atrincheró en las casas y la torre del pueblo. Los murcianos arremetieron contra los defensores de la torre, hasta que estos se dieron a la fuga sin dejar de ser perseguidos.
Los partidarios del archiduque, entre los que se encontraban soldados regulares ingleses, perdieron toda la unidad de hombres a pie, entre muertos, capturados y huidos. Los prisioneros, cifrados por La Gazeta en al menos 54 personas, fueron llevados a Murcia junto a los bienes que se requisaron en el pueblo, cinco carros de cereal y un gran número de cabezas de ganado. Los atacantes, por su parte, sufrieron menores bajas que sus adversarios, si bien entre ellas se encontraba la del cabo Hernández.
La consecuencia inmediata del combate fue el repliegue total de las tropas austracistas hacia el interior de las murallas de Cartagena y el comienzo del asedio de la plaza, si bien los choques extramuros continuaron hasta su rendición. Belluga recurrió al reclutamiento de levas en aquellos lugares del Reino de Murcia que no se habían visto afectados por la guerra. A esas milicias se unió la llegada, a finales de octubre, del veterano ejército francés del duque de Berwick y los restos del regimiento de dragones irlandeses del coronel Daniel O’Mahony, que en septiembre había evacuado Santa Bárbara. Berwick, a la sazón distinguido con el título de mariscal de Francia, había acudido al Levante en respuesta a las repetidas reclamaciones de ayuda por parte del obispo al rey Felipe V, a quien instaba, además, a tomar Orihuela y Elche para allanar el camino a Alicante y Valencia.
En efecto, llegados desde Murcia, a partir del 8 de octubre comenzó el sitio de Orihuela. Las tornas se había vuelto contra los austracistas. El marqués de Rafal había abandonado Orihuela el día antes, sabedor que Luis de Belluga estaba al caer con artillería, un batallón de caballería, otro de infantería regular y un regimiento de milicias murcianas que quería resarcirse de los pillajes efectuados por los partidarios del archiduque en su huerta. Ante semejante fuerza ofensiva la ciudad de Orihuela cayó en dos horas, pese a lo heroicos esfuerzos de sus defensores. Fue saqueada e incendiada y a pesar de ser comandados por un obispo, la soldadesca no respetó ni los templos. El 24 de octubre el ejército borbónico entró en Elche.
Por su parte, sitiada por 4000 soldados de infantería, 1000 de caballería y un número indeterminado de milicianos, Cartagena resistió hasta la noche del 17 de noviembre de 1706, cuando su gobernador, José Manuel de Silva Toledo de Guzmán, conde de Galve, capituló ante Berwick. La semana anterior se había intensificado el bombardeo sobre la plaza, y cuando se produjo la entrega, los mandos borbónicos consintieron a sus subordinados darse al pillaje en la ciudad. Al día siguiente llegó una flota de socorro enviada por Carlos III, pero rehusó desembarcar los 5000 hombres que traía a bordo al comprobar que había llegado tarde. La Royal Navy siguió merodeando el puerto cartagenero el resto del conflicto, pero no volvió a suponer un peligro serio.
El austracismo dejó de ser materia de preocupación para el reino murciano el 25 de abril de 1707, cuando el duque de Berwick obtuvo una aplastante victoria sobre la alianza autracista en la batalla de Almansa (cuya recreación puede verse arriba, en el cuadro de Ricardo Balaca de 1862), en la que se destacó una brigada murciana. La batalla significó la apertura del avance sobre los reinos de Valencia y Aragón, que fueron ocupados sucesivamente entre mayo de 1707 y enero de 1708, ante la incapacidad de los aliados de levantar una resistencia entre unos habitantes desmotivados y contrariados por la derogación de las medidas antiseñoriales promulgadas por los maulets. El escenario bélico se trasladaba a Cataluña, último refugio habsburguista en la península ibérica.
